Matthew 10

Nombres de los apóstoles

1Y llamando a sus doce discípulos, les dio potestad de echar a los espíritus inmundos y de sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2He aquí los nombres de los doce Apóstoles: primero Simón, llamado Pedro
2. Pedro , en arameo Kefa, esto es, piedra, llamado así porque a él será entregada la primacía (16, 17-19; Lc. 22, 31 s.; Jn. 21, 15-17).
, y Andrés su hermano; Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano;
3Felipe y Bartolomé; Tomas y Mateo el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; 4Simón el Cananeo, y Judas el Iscariote
4. Iscariote, es decir, hombre de Cariot, pueblo ubicado cerca de Jerusalén (Jos. 15, 25).
, el mismo que lo entregó.

Misión de los doce

5Estos son los Doce que Jesús envió, después de haberles dado instrucciones, diciendo: “No vayáis hacia los gentiles y no entréis en ninguna ciudad de samaritanos
5. Gentiles y samaritanos, no son excluidos del reino de Dios; sin embargo, quería Jesús evangelizar primero las ovejas perdidas de su propio pueblo, y después a los demás. Véase Is. 9, 1 y nota.
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6sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel
6. Cf. 15, 24; 28, 19; Lc. 24, 47. Después de Pentecostés S. Pedro abrió la puerta a los gentiles (Hch. 10) para ser “injertados” en el tronco de Israel (Rm. 11, 11-24) y manifestó que ello era a causa de la incredulidad de la Sinagoga (ibíd. 30 s.) y así lo confirmó el Concilio de Jerusalén (Hch. 15). Más tarde el pueblo judío de la Dispersión rechazó también la predicación apostólica y entonces Pablo les anunció que la salvación pasaba a los gentiles (Hch. 28, 23 ss.) y desde la prisión escribió a los Efesios sobre el Misterio del Cuerpo Místico (Ef. 1, 22), escondido desde todos los siglos (Ef. 3, 9; Col. 1, 26), por el cual los gentiles son llamados a él (Ef. 3, 6), no habiendo ya diferencia alguna entre judío y gentil.
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7Y de camino predicad diciendo: “El reino de los cielos se ha acercado”. 8Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente. 9No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos
9 s. En estas palabras se contiene una exhortación a amar y practicar la pobreza, un llamado especial que Dios hace a los religiosos y sacerdotes que se dedican al sagrado ministerio. Jesús manda, tanto a los apóstoles, como a los discípulos (Lc. 10, 4), que no lleven bolsa, ni alforja, ni dinero, confiando en la eficacia propia de la divina Palabra, cuya predicación es el objeto por excelencia del apostolado, según se nos muestra en la despedida de Jesús (28, 19 s.; Mc. 16, 15); en la conducta de los Doce después de Pentecostés (Hch. 6, 2) y en las declaraciones de S. Pablo (1 Co. 1, 17; 9, 16).
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10ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento. 11Llegados a una ciudad o aldea, informaos de quien en ella es digno, y quedaos allí hasta vuestra partida. 12Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz)
12. Esta costumbre, todavía hoy mantenida en Oriente, de darse el saludo La paz sea contigo, era seguida fielmente por los primeros cristianos. ¡Qué bien sería restaurarla según lo enseña aquí el Maestro! Saludar, en lenguaje pagano, es desear la salud. En lenguaje cristiano, es desear la paz, que es cosa del alma. Cf. Lc. 1, 28 y nota.
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13Si la casa es digna, venga vuestra paz a ella; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. 14Y si alguno no quiere recibiros ni escuchar vuestras palabras, salid de aquella casa o de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. 15En verdad, os digo, que en el día del juicio (el destino) será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad”.

Predicción de persecuciones

16“Mirad que Yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas
16. Como ovejas en medio de lobos: He aquí el sello que nos permite en todos los tiempos reconocer a los discípulos. Un humilde predicador, atacado por un poderoso que defendía el brillo mundano de sus posiciones sacudidas por la elocuencia del Evangelio, se limitó a dar esta respuesta: “Una sola cosa me interesa en este caso, y es que Jesús no vea en mí al lobo sino al cordero”. Como las serpientes: Entre los pueblos de Oriente la serpiente era símbolo de la prudencia y de las ciencias ocultas. Nótese, con S. Gregorio Magno, que el Señor recomienda la unión de la prudencia con la sencillez. Esta para con Dios y aquella para con los hombres, como vemos en el v. 17 y ss.
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17Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los sanhedrines y os azotarán en sus sinagogas, 18y por causa de Mí seréis llevados ante gobernadores y reyes, en testimonio para ellos y para las naciones. 19Mas cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis. Lo que habéis de decir os será dado en aquella misma hora
19. Cf. Lc. 21, 14 y nota.
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20Porque no sois vosotros los que habláis, sino que el Espíritu de vuestro Padre es quien, habla en vosotros. 21Y entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; y se levantarán hijos contra padres y los harán morir. 22Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ese será salvo. 23Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra. En verdad, os digo, no acabaréis (de predicar en) las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre”
23. La venida del Hijo del hombre es, indudablemente, el retorno de Jesús al fin de los tiempos, y no podemos pensar que tal expresión se refiera a la ruina de Jerusalén, que ocurrió cuarenta años más tarde. La profecía de Jesús se cumplió ya en parte al pie de la letra, puesto que los apóstoles, rechazados en su predicación, hubieron de abandonar la Palestina sin evangelizar todas sus ciudades, lo cual, por tanto, ni se hizo entonces ni se ha hecho después. Las palabras del divino Maestro significaban, pues, una prevención a los apóstoles de que Israel no los recibiría favorablemente, prevención que Jesús les da a fin de que no se sorprendan al ser rechazados. Cf. Hch. 13, 46 y nota. S. Hilario refiere este pasaje a la conversión final de Israel, con motivo de la Parusía.
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24“El discípulo no es mejor que su maestro
24. El discípulo no es mejor que su maestro: He aquí una de esas palabras definitivas de Jesús, que debieran bastar para que nunca jamás aceptásemos la menor honra. ¿Tuvo honores el Maestro? No, tuvo insultos. Luego si Él no los tuvo, no debe buscarlos nadie porque nadie es más que Él. Véase Lc. 6, 40; Fil. 2, 7 y nota.
, ni el siervo mejor que su amo.
25Basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo ser como su amo. Si al dueño de casa llamaron Beelzebul
25. Beelzebul (Dios de las moscas) es un nombre despectivo que los judíos daban a Satanás o a alguno de los príncipes de los demonios (2 R. 1, 2).
, ¿cuánto más a los de su casa?
26No los temáis. Nada hay oculto que no deba ser descubierto, y nada secreto que no deba ser conocido. 27Lo que os digo en las tinieblas, repetidlo en pleno día; lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas
27. Cf. Hch. 28, 23 y nota.
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28Y no temáis a los que matan el cuerpo, y que no pueden matar el alma; mas temed a aquel que puede perder alma y cuerpo en la gehenna
28. Gehena: infierno. Véase 5, 22; I Jn. 4, 18 y notas.
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29¿No se venden dos gorriones por un as
29. Por un as, moneda que en tiempos de Cristo equivalía a 1/16 de denario, unos cinco centavos argentinos.
? Ahora bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin disposición de vuestro Padre.
30En cuanto a vosotros, todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. 31No temáis, pues vosotros valéis más que muchos gorriones”.

Exhortaciones y consuelos

32“A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial; 33mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial. 34No
34. La verdad es como una espada. No puede transigir con las conveniencias del mundo. Por eso los verdaderos discípulos de Jesucristo serán siempre perseguidos. El Señor no envía sus elegidos para las glorias del mundo sino para las persecuciones, tal como Él mismo ha sido enviado por su Padre. Cf. Jn. 17, 18; Lc. 12, 51 s.; 22, 36 y nota.
creáis que he venido a traer la paz sobre la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.
35He venido, en efecto, a separar al hombre de su padre, a la hija de su madre, a la nuera de su suegra; 36y serán enemigos del hombre los de su propia casa. 37Quien ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí. 38Quien no toma su cruz y me sigue
38. Cf. 16, 24 ss.
, no es digno de Mí.
39Quien halla su vida
39. Quien halla su vida, esto es, quien se complace en esta peregrinación y se arraiga en ella como si fuera la verdadera vida. Ese tal, ya habrá tenido aquí “sus bienes” como dijo Jesús al Epulón (Lc. 16, 25) y no le quedará otra vida que esperar. Véase el ejemplo de los Recabitas en Jr. 35. Otros traducen: “quien conserva su alma”, esto es, quien pretende salvarse por su propio esfuerzo, sin recurrir al único Salvador, Jesús. Véase Lc. 14, 26 ss.; 17, 33 y notas.
, la perderá; y quien pierde su vida por Mí, la hallará”.

40Quien a vosotros recibe, a Mí me recibe
40. A Mí me recibe: Jesús mismo vive en sus discípulos; es lo que da su significación a este comportamiento. Y cuando Jesús habla del “ethos” de la relación filial con Dios, de la actitud abierta y sin reservas frente al Padre y del amor fraterno recíproco que ha de unir a los hijos de Dios, el sentido de esta actitud se fundamenta asimismo partiendo de la persona de Jesús. “El que por Mí recibiere a un niño como este, a Mí me recibe; y el que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en Mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno y le arrojaran al fondo del mar” (Mt. 18, 5-6) (Guardini).
, y quien me recibe a Mí, recibe a Aquel que me envió.
41Quien recibe a un profeta a título de profeta, recibirá la recompensa de profeta; quien recibe a un justo a título de justo, recibirá la recompensa del justo. 42y quienquiera diere de beber tan solo un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, a título de discípulo, en verdad os digo, no perderá su recompensa
42. Si los que solo apagan la sed física de un discípulo de Cristo, obtendrán su recompensa ¿cuánto más la recibirán los ministros de Cristo que apaguen en las almas la sed de verdad?
”.
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